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Dos planes antiinflacionarios similares que terminaron muy distinto

11 Abril 2023
Columna de opinión en El Cronista- Por Miguel A. Kiguel 
 
Argentina lanzó el Plan Austral en junio de 1985 en su intento de frenar una inflación que superaba el 650% anual y que daba signos de acelerarse. Israel, apenas dos semanas después, en julio de 1985, lanzó un plan de estabilización para tratar de parar una inflación que llevaba muchos años y que había llegado al 450% anual.
 
Lo más llamativo es que ambos planes tuvieron un diseño muy similar, resultados iniciales muy parecidos, pero como todos sabemos, divergieron en el largo plazo. Israel, a partir del programa de estabilización logró dominar la inflación, mientras en Argentina luego de un corto período con estabilidad de precios sufrió una vuelta hacia la inestabilidad que culminó en la hiperinflación de 1989.
 
Ambos planes de estabilización tuvieron un componente ortodoxo importante, principalmente una gran reducción del déficit fiscal para evitar tener que imprimir moneda para financiarlo, y además tasas de interés que superaban en varios puntos la tasa de inflación. 
 
Los dos planes también basaron la estabilización en un tipo de cambio fijo, que se utilizó como el ancla nominal del programa para afectar las expectativas de inflación. Pero a diferencia de otros planes que sólo usaron al tipo de cambio como ancla nominal, éstos incluyeron algunos elementos heterodoxos, como fijar tarifas de servicios públicos y controles de precios y salarios, que sirvieron para coordinar el proceso de una baja rápido de niveles de más 10% por mes a otros del orden del 2% mensual. Los controles de precios no se impusieron en forma 'represiva', si no que funcionaron básicamente como un elemento coordinador, que eran útiles en la medida que todos creyeran que la inflación iba a bajar.
 
Resulta como mínimo intrigante ver que llevó a que dos países tan diferentes y distantes, sin ningún tipo de coordinación entre ellos a que pusieran en práctica dos planes de estabilización muy similares que combinaran ortodoxia y heterodoxia, algo no muy común. La respuesta sin duda hay que buscarla en que los procesos inflacionarios eran similares, principalmente porque una historia de años de inflaciones de tres dígitos había generado economías con fuerte inercia inflacionaria y con capacidad de adaptarse a vivir y tolerar la inflación.
 
Estos procesos son distintos de los que se estudian en los libros de texto tradicionales en los que la inflación es de un dígito o en el peor de los casos menor al 15%, o en los que la inflación no tiene una larga historia y por lo tanto no está arraigada en la población. Un plan de estabilización tradicional, por ejemplo basado en la tasa de interés como se están implementando hoy en Estados Unidos y en Europa, hubiera estado destinado al fracaso debido a que son recesivos y que bajan la inflación muy lentamente. Cuánto tiempo hubiera llevado bajar la tasa de inflación de 450% o 650% a un dígito con un programa tradicional. Cuando se implementaron en países con alta inflación crónica se tuvieron que abandonar porque fueron política y socialmente inviables.
 
Lo original y efectivo de estos programas es que buscaron bajar la inflación con una política de shock, que funcionó porque el tipo de cambio fijo (reforzado por los controles) fue parte de un programa integral que atacaron en forma contundente los desequilibrios fiscales y monetarios.
 
Si bien el diseño fue similar, y en ambos bajó la inflación durante casi nueve 10 meses a niveles del 25% anual, lo cierto es que los destinos fueron divergentes. En Israel la estabilización se fue consolidando y en una segunda etapa se adoptó un esquema de metas de inflación que logró con el tiempo bajarla a un dígito, en línea con la inflación internacional. Por otro lado, como bien sabemos, el plan se fue desmoronando y rápidamente la inflación se fue acercando a las tasas anteriores y luego de varias idas y venidas trepó a la tan temida hiperinflación.
 
En el juego de las diferencias las razones no hay que buscarlas en el diseño puramente económico, que como dijimos fue similar, sino en la economía política del programa y en las condiciones externas, incluyendo el apoyo internacional.
 
El plan Austral comenzó a tambalear debido a que el equipo económico no tenía el control de palancas básicas que afectaban el déficit fiscal como las empresas públicas ni tampoco el apoyo del Banco Central, que jugaba su propio partido, como está documentado en publicaciones recientes de Juan Carlos Torre y José Luis Machinea*. Además, no hubo apoyo político para hacer las reformas estructurales que eran necesarias para sostener la estabilización y crear condiciones para el crecimiento. Esas presiones sumadas la oposición del peronismo empezaron a dinamitar el plan Austral, que sucumbió cuando volvieron el déficit fiscal y los sindicatos volvieron a la vieja costumbre de pedir aumentos de sueldo que eran incompatibles con la estabilidad de precios.
 
En Israel, por el contrario, se logró armar una coalición política que asegurara mantener las cuentas fiscales ordenadas, que disciplinara a los sindicatos (la poderosa Histadrut) y que se hicieran reformas estructurales que apuntalaran el plan. Un tema importantísimo es que Israel recibió préstamos blandos (‘grant´) de EE.UU. por el equivalente al 4% del PBI, que le dio credibilidad a la estabilidad cambiaria.
 
¿Qué lecciones se pueden sacar para la situación actual? En la situación actual, va a ser necesaria una terapia de shock, que ataque por un lado la política monetaria y fiscal y en simultáneo la inercia inflacionaria. También va a ser necesario que el programa cuente con amplio apoyo político y social, lo cual es posible lograr porque la inflación afecta a todos los sectores de la sociedad y en diciembre empieza un nuevo gobierno. En tercer lugar habrá que alinear los precios relativos antes de lanzar el plan, como se hizo en ambos programas. Cuarto, va a ser necesario algún tipo de apoyo internacional, porque un país sin reservas no estará en condiciones de estabilizar la economía. Por último, y como decía Napoleón, habrá que elegir generales que tengan buena suerte, sin la cual va a ser difícil triunfar.
 
* Una Temporada en el Quinto Piso, de Juan Carlos Torre y El Plan Austral: una mirada 37 años después, de José Luis Machinea.